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lunes, 9 de agosto de 2010

Sendas de oku. Matsuo Basho

 
Sendas de oku. Matsuo Basho
Por la decisión de partir. –Calculo autobiográfica- los pequeños relatos de Matsuo Basho resultan mostrando diferentes situaciones de un viajante. En ellos se da la licencia de afirmar análogamente (de modo reflexivo) diferentes situaciones. Estos relatos están construidos de modo tal que uno puede percibir la naturaleza presente en ellos. Llena así un imaginario oriental  -japonés precisamente- con pinos, ríos, campos, montañas, caminos, entre otros, como también las condiciones climáticas (haciendo entre estos un personaje presente en uno y otro) como el viento, el frio, el invierno, la primavera, el otoño, empotrando en nuestras cabezas, los colores, aromas y texturas correspondientes. Pero sobre todo, algo que hace presencia en estas ‘crónicas’ de viaje son las apariciones, poéticamente usadas en las diversas situaciones, como son sus poemas.
Se va la primavera
Quejas de pájaros, lágrimas
En los ojos de los peces.”

Por momentos pareciera hubiese una conexión entre uno y otro relato. En otros más bien si uno cree que los dice la misma persona, sería un salto de tiempo y lugar. El viaje. ¿Qué es viajar? ¿Viajar es montarse a un medio de transporte e instalarse en un lugar otro? ¿Respirar el aire del nuevo lugar, comer sus comidas, usar su argot, entender sus costumbres y hasta repetirlas? Qué ¿Es viajar? O más bien, ¿qué implica en uno mismo para tomar la decisión y luego asumir el cambio? Cuando se viaja, uno activa enormemente los sentidos, captando las formas, las maneras, los colores y los usos.

El narratario expresa en esos viajes una emotividad sutilmente latente, con lo que experimenta. Por momentos da la impresión de estar buscando a alguien o algo. ¿Una respuesta? ¿Una pregunta? ¿Un motivo?

Hablando de sutilezas, hay situaciones que aparentemente no tienen relevancia; aún así son descritos. En otros hay menos sutileza, aunque no significa que exista una fácil obviedad. En el caso en que uno de occidental al leer: “Visitamos el santuario de Muro-no-Yashima. Sora, mi compañero  me dijo que la diosa de este santuario se llama konohama Sakuyahime (señora de los Árboles Floridos) y que es la misma del monte Fuji. Es a madre del príncipe hohodemi-no-Mikoto. Para dar a luz se encerró en una casa tapiada y se prendió fuego. Por eso el santuario se llama Muro-no-Yashima, que quiere decir “Horno de Yashira”. Entre la lectura horrorizada del occidental, puede estar habiendo o una metáfora, o una costumbre con significancia de inmenso valor, incluso llegada a ser respetada.

Por momentos puede parecer que lo metafórico, se confunda con una mala traducción, o con aquello difícil de traducir. Esto personalmente, me sucede. A veces se llega a sentir que es por la diferencia cultural. Puesto que en oriente un objeto o acción tienen una carga cultural y simbólica que uno puede no llegar a tener, poniendo indirectamente en evidencia el lado oscuro de la luna.
Ando y ando
si he de caer, que sea
entre los tréboles.”

Incluso metáforas:
Hoy el rocío
borrará lo escrito
En mi sombrero
O tal vez mi lectura seguramente fue, errada. Tal vez todas estas cosas juntas, hicieron de la lectura de estas crónicas, una muy tibia compenetración. Aún así es rescatable la similaridad que tienen los relatos con un diario. Un plausible diario con sesgos poéticos.

“El triste atardecer penetró en nuestros corazones:
Melancolía
más punzante que en Suma,
playa de otoño.”

Tal vez desde mi cabeza occidental, deberé descontracturar, para entender que cada relato, expresa ‘un algo’ –como una partícula- que luego entre todas reunidas, puedan dar de algún modo o respuesta a las preguntas sobre ¿qué es viajar?

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