Todo comenzó con una idea, que con el paso de los días fue cambiando. Una tras otra. Así la indecisión, la duda, y la poca pregnancia que lograba establecer con la idea madre, me resultaba frustrante. Comprendía que no debía hacer el texto por hacerlo, sino que fuera más allá de una responsabilidad. Lo concebía como lo que debe ser, un espacio creativo. Siendo así las cosas, podría realmente a través de la historia contar ‘eso’ que uno siempre quiere hacer notar a los demás. Precisamente estos dos aspectos (la idea misma y lo que quería decir con ello) hacían más compleja mi tarea, porque o no eran compatibles o no encontraba o la primera o la segunda, con cada idea que surgía.
Intenté escribir, por si en el intento algo fluía o brotaba. La verdad terminó siendo muy frustrante. Cuando iba en el tren, o caminando por la calle, o bañándome, o antes de dormir, me preguntaba qué escribir. A veces me enganchaba durante estas instancias con el agua cayendo, o algún objeto o singularidad, que me disparara una imagen, pero nada, nada. Durante el cuatrimestre me había surgido la necesidad de contar a través de lo popular, indagando cierto uso del lenguaje, o des aburguesando sintácticamente mis escritos. No por una cuestión de clase, sino por intentar romper cierto estilo ‘correcto’ de escritura, que daba cierta rigidez.
Así que esto lo tenía claro.
Luego cuando pensaba no sé en qué; recordé algo de las circunstancias del campo colombiano. Allí creo que todo nació. Ahí junto con la consigna de intentar explorar el texto como la luna, mostrando una parte y la otra dejándola sugerida. Cuando me senté a escribir. Pensaba en una imagen que tuve viajando por las carreteras de Colombia, y a la que le había tomado una foto, sirviéndome por momentos de soporte inspirador. Allí vi entre otras cosas, una imagen que me atrapó. Cabe anotar que nací en una ciudad bordeada por una montaña. Crecí junto a montañas donde se desplegaba la ciudad misma: Bogotá. Pero cuando estaba en este viaje (del que tomé la foto), la imagen me mostró otra perspectiva de las montañas, fue al ver varias montañas a la vez. Iban desplegándose una tras de otra, tapándose entre sí, a la vez que dejaban ver una parte, hasta que en el infinito del paisaje se conectaban con el cielo.
Ahí supe que se gestaría esta historia. En una montaña alejada del pueblo, en medio de la ‘nada’ rodeado únicamente de la topografía y la vegetación. Allí ubiqué a este hombre. Luego dije un hombre solo es muy triste. Que tenga familia. Y luego dije si tiene familia, qué papel cumple cada uno. Y allí se fue amalgamando esta, historia.
Cuando empecé a escribir, lo hice en primera persona, sin darme cuenta. Sentí la necesidad de escribir – en un intento de- lo popular de este hombre, lo ubiqué como campesino. Mientras escribía escuchaba todo tipo de música. Salsa, ranchera Vallenato, sobre todo carrilera y bambucos. Usé para ciertos momentos rock. Esto para sensibilizarme emotivamente, respecto a lo que en ese momento quería que se sintiese la historia. Como no conozco mucho del campo y sus labores, me metí varias veces a mirar procesos, nombres, ciclos, por ejemplo averigüé, cada cuanto se ordeña una vaca y cosas como esas.
De lenta escritura, puesto que fui construyendo la parte visible de la luna, pero cuidando el lado oscuro. Por lo tanto la intriga y ambigüedad en ciertos casos me hacían pensar sobre las acciones concretamente. Definir concretamente cuál era la que mejor me parecía, pensando a demás, por su potencia y verosimilitud. Como la tensión va aumentando conforme avanza la historia, sostenerla hizo imprescindible el uso de estas acciones y hechos ya mencionados. Aunque por momentos sentía se necesitaba alivios y algo de aire, por eso incluyo momentos contrapuestos a la angustia, momentos apacibles, o mas que apacibles, recogedores. Pero que no son lo suficientemente largos como para descansar. Me gustaba la idea vil de “el arrebato del destino”: idea de una realidad y contexto CAPRICHOSO, que da un golpe y mientras da algo de esperanza o aliento, termina dando un golpe más fuerte e inesperado, casi emulado a la idea de ‘puñalada por la espalda’.
Esto también lo fui utilizando como mecanismo. El contraste de lo bello con lo angustiante, no solo descomprime, sino a la vez lo puede volver paradójico. Como en tanta belleza por el estilo de vida y las características del lugar, son el escenario para esta historia, donde la angustia, el dolor, el miedo, establecen un juego propicio para el grito y el silencio.
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