Radio Bazurto!


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lunes, 31 de mayo de 2010

un día como inmigrante



Estoy ubicado en la Av. Eduardo Madero y San Martin, cerca a la torre del reloj, frente a Manuel Tienda León y el hotel Sheraton. Es una media mañana soleada y retiro, de Av. L. Alem para arriba, luce ante mí espalda de un modo majestuoso, fiel exponente de una historia pudiente y glamorosa, por sus edificios con estilos como el artdecó, el art noveau, y el neoclásico entre otros, como también unos estilos más modernos en sus edificaciones. Mientras tanto frente a mí se siembra una vía de tren, la cual queda en el medio entre una reja que da a un estacionamiento y un campo, con unos árboles en su costado, en el que todavía se ven otras vías de tren, que creo sirven de “estacionamiento” a los vagones cargueros que provienen de la dársena norte.

Allí estoy, caminando sobre la vía del tren, y hay una persona –calculo boliviano, peruano o paraguayo- vendiendo comida en cajitas de telgopor, otra –un asiática- que ofrece la foto para el documento, y otras personas que como yo, nos dirigimos al mismo lugar; luego de caminar como dos cuadras, llego a la Av. Antártida Argentina. Se divisa entonces, una edificación de dos plantas, de color amarillo a demás de mucha gente, que tanto entran como salen.


Antes de ingresar, y habiendo pasado un estacionamiento público y muchos autos, vuelve a mi mente algo de lo que me había enterado no hace más de cuatro meses, y es que este es el antiguo hotel del inmigrante, ahora migraciones.


Entro por aquella puerta vigilada por un par de gendarmes no muy sonrientes, - claro esto sería una gran contradicción-, y ante mi hay un cubículo que tiene un letrero, que dice: INFORMACIÓN, en el que atienden tres personas y a través del cual se te redirecciona a otro punto, el de REVISIÓN DE DOCUMENTACIÓN. Las paredes blancas en degradé a gris por la suciedad, muchas lámparas de tubo encandecerte, pisos en baldosa de color negro. Cuando logro pasar al área de REVISIÓN DE DOCUMENTACIÓN, las personas son atendidas conforme un ‘turno’, que al llegar deben tomar -de esos dispensadores rojos-; allí hay por lo menos asientos para más o menos unas ciento veinte personas, y frente a sí seis cubículos, con seis funcionarios de migraciones, respectivamente. Cada uno revisa según sea el caso, la documentación requerida. Luego de esperar un buen tiempo, se es atendido. Algunos de los funcionarios, ni siquiera dicen ‘buen día’, mucho menos miran a los ojos, con actitudes alienadas que bordean la frialdad o un aparente desprecio, el inmigrante recibe o una negativa en un tono rústico, por falta de algún documento, o puede ser enviado a la siguiente ‘fase’.

El edificio tiene un aspecto bastante tosco, da una impresión de ruindad, a pesar que en la misma área que aglutina estas dos secciones, posean unas ventanas al costado derecho, que dan a un hermoso jardín, donde se alcanza a ver lo bonito que está allí afuera, mientras la realidad de adentro es de otro color, casi como dos universos paralelos pero de diferente realidad. Sobre las paredes o puertas hay pegadas afiches, carteleras o hojas impresas, que intentan dar alguna información, pero que todas están puestas de manera arbitraria que más que informar terminan es “decorando” el lugar y pasando desapercibidas para quienes fueron puestas. Entre ‘requisitos’, información de último momento, o que sirva para orientar internamente, al parecer nadie hace caso omiso de estos.

De aquí pasamos por una puerta que está en el medio de la pared izquierda a otro salón como el triple de grande. Antes de ingresar nos preguntan qué venimos a tramitar, por lo cual nos dan un nuevo turno, que nos direcciona a una sección diferente, según sea el trámite a realizar. Acá hay cuatro secciones, estas están dispuestas cada una sobre las paredes, dos de cada lado, es decir que en todo el medio del salón, hay un contingente de sillas de espera. En cada sección hay por lo menos siete u ocho funcionarios, un tablero contador – para los turnos – y un reloj, cada funcionario tiene un computador, hay archivadores y piras de papeles sobre los escritorios. Adentro hay por lo menos unas mil doscientas personas, y cada hora por sección puede llegar a atender unas treinta.

El ambiente de espera profunda, la impaciencia de unos o la resignación de otros, hacen de sí un lugar bastante nocivo. Acá la luz natural es bastante escaza pues las ventanas que hay no son muy grandes, y aunque el techo es alto, no llega a ser lo suficiente como para dar una mayor sensación de amplitud. La iluminación corre por cuenta de los famosos tubos, mientras el tiempo en este lugar, al parecer tiene la función de espíritu burlón. Presencia malévola y despiadada.

Entre asiáticos –que no sabría diferenciar entre sí, de acuerdo a su origen-, bolivianos, peruanos o paraguayos (en su mayoría), como también colombianos, venezolanos, chilenos, ecuatorianos, brasileros y mexicanos (del resto de Latino América), así mismo africanos, y estadounidenses o europeos –una minoría- ; todos hacen parte de esta pasarela migrante de tan variada procedencia.

Aquí dentro el murmullo de los inmigrantes, los funcionarios chismeando o comentando entre sí o chateando por Messenger –en su defecto -, más la cantidad de niños en brazos (unos lloran, otros no) y los que son mas grandecitos correteando y jugando entre sí, como también el que entra en crisis y termina por gritarle a su acompañante o al funcionario mismo, más las conversaciones entre los presentes y por último no me puede faltar el sonido de papeles, muchos papeles, todos ellos hacen parte de la sonoridad de migraciones.


En general los objetivos para estar aquí son parecidos, sacar la residencia temporal (dos años), otros la residencia permanente, o la residencia de trabajo, o la de refugiado y/o la nacionalidad. Pero los motivos particulares que los llevó a estar en argentina son muy variados: unos vienen en busca de mejores oportunidades laborales respecto del lugar de origen, otros huyen de la violencia o la injusticia social de donde son oriundos, en otros casos vienen para estudiar o simplemente por cuestiones laborales (el caso del profesional tipo que trabaja para una empresa extranjera y es enviado a la Argentina). Y aunque esto no está explícito en ninguna parte, de algún modo emerge por entre las personas mismas. Aquí no hay diferencia de rango o estrato social, acá todos somos meros inmigrantes, una masa mayoritaria –respecto a la cantidad de argentinos- pero que por no estar en su propio país reciben muchas de las veces, tratos indebidos y reprochables por parte de aquellos funcionarios argentinos, que poco o nada –no en todos los casos- perciben la realidad social que pueden estar teniendo en esta ciudad, o los motivos por los cuales se tiene su presencia.


Esto último más que un agregado, es la forma real del funcionamiento no oficial, de una institución del estado argentino; donde pareciera, que sus funcionarios olvidaran que sus posibles antepasados alguna vez vivieron en este lugar y como todos, estos inmigrantes llegaron con una mano por delante y otra atrás, tanto y como lo están aquellos que hacen algún trámite aquí.

lunes, 17 de mayo de 2010

Clifford Gueertz

“La ilusión de que la etnografía consiste en hacer encajar hechos extraños e irregulares en categorías familiares y ordenadas…”

Clifford Geertz empieza un texto con esta frase, intentando establecer las cuestiones que se dan en torno a los trabajos etnográficos, los cuales luego de ser escritos, son puestos a disposición de un consumidor. El tema del cual desprende esta frase apunta a cómo estos textos terminan siendo un desarrollo descriptivo súper exhaustivo y cómo tienden a ser ficcionales o informes de laboratorio. Con el fin de convencernos de que ello es así tal cual fue descrito.

Para que esto se concrete, una persona hace la tarea de ir al lugar y recopilar todo lo que le sea posible, intentando atar y relacionar toda la información encontrada, apelando al sumo detalle. En esta medida la resultante de tal descripción y juego de relaciones, busca que el consumidor reconstruya vivamente tal lugar y que ésta sea en lo posible fiel a la original y para que ello sea así he de ser verosímil.

Para Clifford, esto no es necesario, más que en llegar a “ser un texto plano y falto de toda pretensión. No deben invitar al atento examen crítico literario ni merecerlo”. Surge así la interpretación, generando así la posibilidad de “relativizar o poner en duda” aquello que ha sido descrito. La fórmula detalle = verosímil, esto es lo que los etnógrafos creen. Como también los prejuicios personales y culturales que este sujeto inserto en esta situación o lugar, tiene como filtro para leer toda la situación, a pesar de su intención ‘despersonalizada’ y/u objetiva respecto de lo presenciado.

¿Y el autor? ¿autor? Aparece de a poco, se asoma y vuelve a retirarse. Fugaz –aparentemente- porque está allí el texto, lo vivido, la experiencia, sus maneras, formas y modos, hasta que quiéralo o no, flota a la superficie un autor, que sí o sí ha estado todo el tiempo como un fiel acompañante. Que posiblemente nosotros no nos hayamos percatado, o simplemente ‘nunca estubo’.

domingo, 2 de mayo de 2010

M & M un encuentro transatlántico (reescritura 1)

Abril. Salgo temprano de casa con un solo objetivo en mente: observar la realidad más atentamente de cómo lo haría cotidianamente. Todo aparentemente igual como de costumbre. En el subterráneo: gente, luces, publicidad, vendedor ambulante y su producto del día: ‘adaptador USB universal’, hombres, mujeres, jóvenes, niños, ropas oscuras, paraguas, gente de pie, otros sentados, estación pueyrredón, diario ‘La Razón’ o en su defecto ‘El Argentino’, el BIP del cierre de puertas y estación Carlos Gardel: fin de mi recorrido.

Al salir a la superficie, se levanta ante mí el shopping abasto. Sigue lloviendo y la gente va de un lado a otro, ya sea en auto, colectivo o a pie. Como diariamente sucede en la mañana ya hay un ‘caos’ instalado y en pleno movimiento. Unos yendo apurados, ya sea por costumbre, idiosincrasia local, locura particular, por ir retrasados al trabajo o simplemente por el llover mismo. En cambio otros, sin moverse de lugar como los vendedores de café y medialunas, o algún par de señoras cubriéndose de la lluvia o como ya nos es habitual ver a los ‘sin techo’, acostados entre cartones frente a la puerta de algún comercio aún cerrado. Es entonces cuando este shopping se erige rodeadito todo, entre argentinos, peruanos, bolivianos, judíos y uno que otro de cualquier otro lugar.

Tomando fotografías e intentando recoger lo que más lograse nutrir mi presente crónica, los afiches de un azul flamante se van colando entre mis fotos. –BAFICI–

Afuera frente a la entrada y faltando cinco minutos para la proyección de la película, aún permanecen cerradas las puertas del Shopping. Intranquilo, viendo como cae la lluvia –pienso- que podrían los del bafici, haberse equivocado en la fijación de la hora de inicio, a la cual yo estaba esperando. De repente se permite el ingreso y como estampida de toros en san sebastian, españa entramos todos (eso si de un modo “civilizado”, con un ‘apurito’ disimulado). Una vez entrando a la sala y habiéndome encontrado previamente con Gaby, nos sentamos y empiezamos a captar acentos parecidos del lugar de donde vengo, Colombia. Luego en la espera de una pantalla en negro y periodistas entrando de vez en vez, aparece un aroma a café, - o sorpresa – no me esperaba a un hombre ofreciendo café y gratis! Era una moñona cinéfila. O sea, se corría del estereotipo del pochoclo, la gaseosa, la chocolatina tipo y el paquete de papas o la variante, cheetos a un cafecito… algo así como en el ateneo, pero en el cine. “Cine café”

Pasado un rato, empieza la proyección de Mary and Max. Una película de dos personas hechas en plastilina que se encuentran, o más bien, se buscan, y que a través de las cartas transitan el nacimiento de una amistad. Max en Nueva York, EEUU bañado en tonos grises y Mary en Melbourne, Australia en tonos sepias. Accidente, casualidad o causalidad; ella de 8 años y él de 44, dos vidas tan diferentes y tan parecidas, se conectan a través del lápiz, máquina y papel, para aventurarse en un viaje de varios años sin si quiera tocarse nunca las manos. Una niña particularmente maravillosa, encarna vivamente la inocencia, el coraje, la esperanza y la lucha, creciendo arrinconada en un hogar poco alentador; mientras Max sobrevive a un mundo totalmente adverso por su condición por padecer el síndrome de asperger, subgrupo del autismo, llegando a no ser entendido y marginado a pesar de su lucha por pertenecer y ser reconocido en esta sociedad.

A pesar de las ausencias, los vacios, los espacios sin llenar en sus vidas, -de algún modo como las nuestras- logran ambos atravesar como por una ventana a un lugar, una amistad. Afecto, emoción, expectativa, enojo, miedos, esperanzas, sueños, dudas, preguntas, y demás cosas que lograron nacer entre sí, por medio de esas cartas; sucediéndose en el medio un sinnúmero de situaciones, en las que fuimos conociendo y presenciando el desarrollo de ambos. A través de las cuales logra uno viajar y sentirse reconocido, reencontrándose, con los lados más bellos y los menos lindos, atravesando una senda de emociones tal, que de sonrisas hasta lágrimas nacidas de lo profundo logra sacarnos sin reserva alguna.

Al finalizar, solo se puede estar conmovido y enteramente emocionado, entendiendo mas allá de lo triste o feliz, lo bello mismo de la existencia de ellos dos por sobre cualquier juicio posible.

Al salir de la sala, era como ‘Alicia retornando al “mundo real” ’. Aunque todo había cambiado, habíase sucedido una transformación en todos los sentidos. Mi corazón latía como todos los días, pero se sentía diferente: Mary y Max llegaron, estuvieron y por donde vinieron se fueron. De nuevo surge ante mi vista el interior del abasto, muchos periodistas discutiendo las diferentes películas, uno que otro judío, gente del BAFICI y del propio lugar.

M &M tan cerca, y la gente (incluyéndome) entre sí – la del abasto – tan lejos, todo tan impersonal, tan mercantil. ‘Ellos’ dos de plastilina y nosotros de sangre caliente, y aún así preferimos no encontrar, o más bien evitar experimentar conocernos y reconocernos. Una en Australia el otro en Nueva york, pero más juntos que nadie, nosotros en cambio nos queremos diferenciar del argentino mismo, del peruano, del boliviano, del judío, preferimos la frontera, la distancia el rechazo al otro. M & M nos invita a muchas cosas, como por ejemplo con esta frase: “Dios nos dio parientes, gracias a dios podemos elegir amigos”.

Ya no llueve, contrariamente hace un sol tremendo, casi como si fuera un día nuevo.

Todo parecía igual, para la generalidad creo que sí, todo estaba igual, solo que ahora estaban Mary y Max en mí.

Enciérrate en un convento y nunca vuelvas a salir. (texto esdrújulo)

Busco la amígdala alcohólica de tu espiritualidad acéfala, tú, crápula crédula célebre; ¿piensas seguir siendo un bárbaro cínico? ¿Un cómico frívolo y gaznápiro?


¡Tírame, rájame, ultrájame, viólame, incéndiame, tritúrame, descuartízame, succióname, átame, lacérame, destrúyeme, pícame, córtame, chúzame, mutílame, cocíname, hiérveme! … -Igual, ya te has acostumbrado.-


Tú déspota heterótrofo, ibérico homínido, intenta reflexionar y morirás en el intento. Eres tan ilegítimo como tu naturaleza misma. Has agotado toda mi paciencia en frívolas promesas y solo a lo mismo has llegado.


Insípido, Efímero, HOMÍNIDO ególatra. Has hecho de tu mundo, el reflejo de tu propia interioridad.


¡Extínguete de una buena vez!