Abril. Salgo temprano de casa con un solo objetivo en mente: observar la realidad más atentamente de cómo lo haría cotidianamente. Todo aparentemente igual como de costumbre. En el subterráneo: gente, luces, publicidad, vendedor ambulante y su producto del día: ‘adaptador USB universal’, hombres, mujeres, jóvenes, niños, ropas oscuras, paraguas, gente de pie, otros sentados, estación pueyrredón, diario ‘La Razón’ o en su defecto ‘El Argentino’, el BIP del cierre de puertas y estación Carlos Gardel: fin de mi recorrido.
Al salir a la superficie, se levanta ante mí el shopping abasto. Sigue lloviendo y la gente va de un lado a otro, ya sea en auto, colectivo o a pie. Como diariamente sucede en la mañana ya hay un ‘caos’ instalado y en pleno movimiento. Unos yendo apurados, ya sea por costumbre, idiosincrasia local, locura particular, por ir retrasados al trabajo o simplemente por el llover mismo. En cambio otros, sin moverse de lugar como los vendedores de café y medialunas, o algún par de señoras cubriéndose de la lluvia o como ya nos es habitual ver a los ‘sin techo’, acostados entre cartones frente a la puerta de algún comercio aún cerrado. Es entonces cuando este shopping se erige rodeadito todo, entre argentinos, peruanos, bolivianos, judíos y uno que otro de cualquier otro lugar.
Tomando fotografías e intentando recoger lo que más lograse nutrir mi presente crónica, los afiches de un azul flamante se van colando entre mis fotos. –BAFICI–
Afuera frente a la entrada y faltando cinco minutos para la proyección de la película, aún permanecen cerradas las puertas del Shopping. Intranquilo, viendo como cae la lluvia –pienso- que podrían los del bafici, haberse equivocado en la fijación de la hora de inicio, a la cual yo estaba esperando. De repente se permite el ingreso y como estampida de toros en san sebastian, españa entramos todos (eso si de un modo “civilizado”, con un ‘apurito’ disimulado). Una vez entrando a la sala y habiéndome encontrado previamente con Gaby, nos sentamos y empiezamos a captar acentos parecidos del lugar de donde vengo, Colombia. Luego en la espera de una pantalla en negro y periodistas entrando de vez en vez, aparece un aroma a café, - o sorpresa – no me esperaba a un hombre ofreciendo café y gratis! Era una moñona cinéfila. O sea, se corría del estereotipo del pochoclo, la gaseosa, la chocolatina tipo y el paquete de papas o la variante, cheetos a un cafecito… algo así como en el ateneo, pero en el cine. “Cine café”
Pasado un rato, empieza la proyección de Mary and Max. Una película de dos personas hechas en plastilina que se encuentran, o más bien, se buscan, y que a través de las cartas transitan el nacimiento de una amistad. Max en Nueva York, EEUU bañado en tonos grises y Mary en Melbourne, Australia en tonos sepias. Accidente, casualidad o causalidad; ella de 8 años y él de 44, dos vidas tan diferentes y tan parecidas, se conectan a través del lápiz, máquina y papel, para aventurarse en un viaje de varios años sin si quiera tocarse nunca las manos. Una niña particularmente maravillosa, encarna vivamente la inocencia, el coraje, la esperanza y la lucha, creciendo arrinconada en un hogar poco alentador; mientras Max sobrevive a un mundo totalmente adverso por su condición por padecer el síndrome de asperger, subgrupo del autismo, llegando a no ser entendido y marginado a pesar de su lucha por pertenecer y ser reconocido en esta sociedad.
A pesar de las ausencias, los vacios, los espacios sin llenar en sus vidas, -de algún modo como las nuestras- logran ambos atravesar como por una ventana a un lugar, una amistad. Afecto, emoción, expectativa, enojo, miedos, esperanzas, sueños, dudas, preguntas, y demás cosas que lograron nacer entre sí, por medio de esas cartas; sucediéndose en el medio un sinnúmero de situaciones, en las que fuimos conociendo y presenciando el desarrollo de ambos. A través de las cuales logra uno viajar y sentirse reconocido, reencontrándose, con los lados más bellos y los menos lindos, atravesando una senda de emociones tal, que de sonrisas hasta lágrimas nacidas de lo profundo logra sacarnos sin reserva alguna.
Al finalizar, solo se puede estar conmovido y enteramente emocionado, entendiendo mas allá de lo triste o feliz, lo bello mismo de la existencia de ellos dos por sobre cualquier juicio posible.
Al salir de la sala, era como ‘Alicia retornando al “mundo real” ’. Aunque todo había cambiado, habíase sucedido una transformación en todos los sentidos. Mi corazón latía como todos los días, pero se sentía diferente: Mary y Max llegaron, estuvieron y por donde vinieron se fueron. De nuevo surge ante mi vista el interior del abasto, muchos periodistas discutiendo las diferentes películas, uno que otro judío, gente del BAFICI y del propio lugar.
M &M tan cerca, y la gente (incluyéndome) entre sí – la del abasto – tan lejos, todo tan impersonal, tan mercantil. ‘Ellos’ dos de plastilina y nosotros de sangre caliente, y aún así preferimos no encontrar, o más bien evitar experimentar conocernos y reconocernos. Una en Australia el otro en Nueva york, pero más juntos que nadie, nosotros en cambio nos queremos diferenciar del argentino mismo, del peruano, del boliviano, del judío, preferimos la frontera, la distancia el rechazo al otro. M & M nos invita a muchas cosas, como por ejemplo con esta frase: “Dios nos dio parientes, gracias a dios podemos elegir amigos”.
Ya no llueve, contrariamente hace un sol tremendo, casi como si fuera un día nuevo.
Todo parecía igual, para la generalidad creo que sí, todo estaba igual, solo que ahora estaban Mary y Max en mí.
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ResponderEliminarGuillermo, lo interesante del texto es el subtexto que lo sobrevuela: habla de la película y de otras cosas: deberías pasarlas en limpio para así poder manejarlas. Todo el tiempo hay otra cosa latente: ¿el vacío? ¿la incomunicación? ¿lo diferente? ¿el otro diferente? ¿pertenecer, encajar? ¿Cómo se vincula esto con la vecindad ecléctica del Abasto?, “judíos, periodistas, bolivianos, peruanos”, ¿cómo se vincula eso con el Bafici en un barrio tan complejo como el Abasto? ¿cómo con el Bafici y su propia dinámica?
ResponderEliminar¿Viajar por carta para conectarse con uno, un otro, estando tan cerca de miles?
¿Conectar pero no tocarse? ¿vivir en el mismo lugar, el mismo barrio, la misma ciudad, y no convivir?
¿Comunicarse?: viajar en subte para entrar, como dijo Emi, al shopping directamente, sin mirar, sin pasar por el barrio. ¿comunicación o simple prolongación de un soliloquio, mi estilo, mis forma de ver, de pensar, mis palabras? ¿estar sordo? ¿estar loco? ¿ser autista sin serlo? ¿Max es más autista que todos? ¿No es solo un cuerpo somatizando un mal social?
El texto parece pre-ocuparse por algo, sería interesante que se ocupe, que se haga cargo del subtexto. Hacerse cargo no es ponerlo de forma manifiesta en la superficie textual, de hecho funciona que esté cifrado: que esté latente y no enunciado le otorga riqueza a la escritura, otras capas de sentido, otro vuelo. Ocuparse sería pasar las cosas en limpio y repensar de que estás hablando, qué te interesa de la película y de la crónica, para así jugar con lo dicho y lo sugerido, lo cifrado y lo mostrado.
Definir qué parte del iceberg iluminar y cuál ocultar.
Y que haya huellas de ello en todo el texto, que sea una lógica que guíe la escritura.
Probá desarmarlo más, no corregir por partes sino rearmarlo de nuevo, agarrá la hoja en blanco sin tener en cuenta tanto estas primera y segunda versiones, más que nada porque veo que tenés material, tenés algo que contar y puede llegar a quedar mucho mejor.
Es muy rico que haya pre-ocupación. De otro modo no se ocupa ningún asunto, ningún espacio: quizás se debería ocupar ese asunto y ese espacio: ¿la ciudad? ¿lo lleno y lo vacío? ¿el ruido que no dice nada? ¿el autismo que comunica un problema, que lo habla?
Ojalá que sirva mi extenso comentario.
Saludos.
huaaaaoooo, muchas gracias!!!!!!!!!! la verdad me estas ayudando un montón! lo pondré en practica, gracias!!!!!!!!!!!
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