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lunes, 9 de agosto de 2010

Becketeando en Sarajevo



Si parece irreal es porque es tan atroz.

Esperando a Godot en Sarajevo. Sarajevo para aquellos que no lo recuerdan (me incluyo) era parte de la antigua Yugoslavia que estaba integrada por el reino de los serbios, croatas y eslovenos. Con la desintegración de Yugoslavia, Sarajevo pasó a ser la capital de la independiente República de Bosnia y Herzegovina, donde las tres etnias entrarían en conflictividad. Así el 6 de abril de 1992 la ciudad fue cerrada por los serbobosnios, y sufrió el sitio de Sarajevo. Durando la guerra hasta 1995.

Cuando me pongo a pensar en el caso de esta directora de cine y teatro y escritora que llegó a Sarajevo a montar una obra de teatro, en medio de este momento histórico muchas cosas me suceden. Evidentemente como cualquier ser humano acercarse a través de este relato para conocer detalles de una cotidianeidad, que para muchos puede ser extremadamente alejada de la realidad, o tal vez de algún modo más cercana; se puede sentir en mayor o menor medida algo de compasión, entre otras cosas.

Cuando recuerdo la obra esperando a Godot: pienso. A pesar que la obra misma dice:” es mejor no pensar” esto está totalmente cargado de sentido, porque la obra está situada en un momento histórico y plantea así la noción de ser humano y su existencia. Cuando Becket escribe la obra –segunda postguerra- todo quedó devastado, incluso las concepciones y miradas del mundo y el hombre. Ahora cuando vemos estas cosas empezamos a entender porque Susan Sontag, la ‘Yankee’ que en medio del conflicto establece la relación de la obra de teatro con la realidad que acontece allí.

Es curioso que el mundo del absurdo, no sea realmente absurdo. Sino más bien, muy realista. La desesperación, los miedos, la miseria, el hambre, el odio, la desconfianza, la locura, el descontrol, la ira, el desconsuelo, y demás estados que la guerra provoca en los hombres que la padecen. Para aquel que no la ha vivido es simplemente el juego que resalta Sontag, sobre los medios, en tanto que la cobertura,  ellos la han cubierto con minucioso detalle. Pero que gracias a la falta de voluntad política y militar, la guerra se convierte en otro lejano desastre: en pocas palabras nos convertimos en espectadores. En morbosos espectadores, pienso yo. Ver ‘afectadamente’ la tragedia de una gran cantidad de víctimas, sin hacer nada, inconscientemente solo terminamos satisfaciendo la necesidad de saber con la imagen y la información, pero sin ponernos en el lugar del otro: un accionar jamás pensado. Como dicen en el carnaval de barranquilla: “quien lo vive es quien lo goza”… Porque hasta que a uno no le toca (una guerra) uno no se hace cargo colectivamente.

Mientras los ensayos de una obra que se monta a la par, de la existencia de esta guerra, existencialmente suponen grandes retos. Desde una mirada lo expresa claramente la autora, cuando por la precariedad de la calidad de vida de sus actores y el pueblo de Sarajevo, mientras análogamente interpretan situaciones, que psicológica y anímicamente resuenan con la realidad que viven. Pensar en poca comida, agua, inexistencia de luz eléctrica, sumando a las bombas cayendo y las ruinas por doquier, entre otros. Con el miedo de cómo dice ella: cuando caía una bomba los actores excepto dos se preocupaban –porque vivían solos- puesto que podría haber alcanzado sus casas o a alguno de sus seres queridos. Otra mirada posible es la que implica montar la obra, cuando ella enuncia lo difícil que es conseguir hasta una pipa. Pensar que algo como lo es el arte escénico, -que no es de primera necesidad – implicaba conseguir y resolver lo que artísticamente se concreta por medios materiales, complicaba aún más todo. Eso sí, era expresa muestra de las condiciones reales de esta guerra. Literalmente: “El teatro en la vida y la vida en el teatro”.

Hoy día tenemos la maravillosa virtud, característica primordial del hombre actual: concebimos (reconozcámoslo o no) que unos somos más que otros. Que una ciudad es más que otra, o que otro es menos que yo. Si viene de una parte es invasor o escoria, si es de otra es valioso y halagador. Cuando a Susan le preguntaban sus amigos por si la gente iría al teatro a ver una obra de Becket en medio de la vorágine; ella claramente dijo varias cosas maravillosas que concretamente demuelen la ignorancia de ‘unos’ por sobre el ‘otro’ (en este caso habitantes de Sarajevo).  Primero expresa que Sarajevo antes del asedio, tenía una vida cultural como cualquier ciudad de tamaño medio europea, lo cual incluye público de teatro. Pero algo muy importante que menciona, es que no es verdad que todos quieren escapar de sus realidades (como quienes se ‘morfan’ una ‘película’ de amoríos de jovencitos ‘yankees’, o de esas donde un policía de barrio es héroe con derecho a matar indiscriminadamente, hasta curar de toda mafia un simple barrio). Seguido dice textualmente “En Sarajevo como en cualquier otro lugar, hay más que unas cuantas personas que se sienten fortalecidas y consoladas si su sentido de la realidad se ratifica y transfigura por medio del arte.” Lo que sí plantea ella es, que la cuestión no es porque hay actividad cultural en Sarajevo ahora, tras diecisiete meses de sitio, sino por qué no hay más. Más adelante plantea, porque un lugar lleno de gente, sería un lugar muy tentador como blanco, para las armas serbias, a demás de la precariedad llevada al extremo y en todos los ámbitos: no había luz eléctrica, menos una pipa.

De las cosas más valiosas que menciona en el texto, para mí, es como este espacio, el de montar una obra de teatro, les devuelve su condición natural de ejercer su profesión, pese a que los actores sufren desnutrición, mas las el padecimiento de la guerra misma. Eso los hacía felices, así fuera esperando a Godot en medio de la guerra. Esperando metafóricamente como en la obra, la intervención de estados unidos o alguien, a favor de ellos.

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