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lunes, 4 de octubre de 2010

'la educación felíz, tranquila y serena' (REESCRITURA)

“a uno lo único que le queda al final en esta vida, es la educación.”

“Soy un hombre prejuicioso, por ello me podrán odiar, pero lo que digo acude a voces que vienen de mi y de otros como yo; todas atraviesan mi cuerpo y tengo la tarea de hacerlas sonar”



Cuando esta tierra aún pertenecía al reino español, no se consideraba la idea de la institucionalidad, sino de un centro de producción y explotación para su posterior transporte a Europa y el mundo. Conforme pasaron los años, los hijos de esclavistas, los del ejército real, y los de los propios esclavos, fueron aumentando el nivel poblacional y con ello el tamaño de las ciudades, sus consecuentes problemas y necesidades. Entre estas estuvo el instruirse, pasó así Europa a ser la imagen más alta para ir a ‘importar’ conocimiento y saberes. Con ello la necesidad de reproducirla, así fuere a unos pocos.

Este pequeño detalle de ‘para unos pocos’ sobrevivió, porque como dice alguna madre: ‘la historia nunca cambia, o las historias siempre se repiten’: Oxford (1096 d.c.), Cambridge (1208 d.c.), Yale (1701 d.c.), Stanford  (1891 d.c.),  el número de sus estudiantes no superan en algunos casos los 20.000 y otros los 25.000 estudiantes, sumando pregrado, postgrado y demás; caso excepcional y grandioso el de Yale puesto que no supera los 5.500 (toda una genialidad, ¡un aplauso por favor!). Latinoamérica, máquina copiadora por excelencia; de la mano de dios, no precisamente del 10, replicó el sistema del monasterio o catedral medieval, en donde los libros eran inamovibles y sus asiduos clientes estrictamente selectos, todo un sistema de acceso bajo la directriz de los intereses del dogma.

Pero no todo es desgracia; pues la benevolencia del destino regó sus migas a los más desposeídos. La  universidad pública en América entraría como reina y terminaría varios siglos después como el primo pobre, tuerto y maldito. En sus inicios, una promesa de futuras glorias, luego en el futuro (es decir en la actualidad) ser el esclavo viejo sin jubilación: todos la usaron, sacaron sus mejores frutos para luego la tacharla de un cáncer social, olvidando así, su noble corazón.

Ahora que las u privadas ofrecen hasta wi-fi, televisión las 24hr, servicio de manicuristas, zonas húmedas y con la posibilidad (no todas) de tener bibliotecas; la universidad pública en cambio aboga todavía por constituir ciudadanos, cultivando el pensamiento crítico, direccionado a una emancipación de la libertad, democracia y dignidad humanas. Intenta preservar su ser ‘oficial’, pese a que sus lineamientos son acérrimos jinetes opositores de cualquier oficialismo inequitativo y vende patrias. En una guerra sin cuartel, los capitales intentan poseer su aura, su historia, en suma: el alma; todo esto para conquistar un mercado, en el que el estudiante pasa a ser cliente, el maestro a ser empleado y los libros de ser puertas, caminos, cuestionamientos e hipótesis, a casilleros esterilizadamente direccionados y con fórmulas de muy fácil destino.

Los estados y grupos hegemónicos ejecutan la fórmula de mejor solución: ‘un pueblo que fácilmente se contenta, es aquel que no conoce las letras, puesto que si las conociere y manejare: devendría en la toma del poder y se produciría un cambio de rumbo, autónoma y colectivamente hablando’. Para ello, nada más y nada menos que mover el dedito del presupuesto; contonear las caderas del detrimento patrimonial y sucumbir ante los deseos prohibidos, pero tentadores, del sostenimiento de un mundo fácilmente controlado y ficcional. El resultado, la educación como una ‘estampita medieval del conocimiento’. Pedirán así los futuros estudiantes públicos por un mundo más feliz, tranquilo y sereno. Será así, la conquista de los grupos hegemónicos sobre los educados: una sublime joya de la corona. 

Es mucho más llamativa la concepción de la sociedad productiva. Esta productividad  proveniente de la racionalidad liberal, está concretamente entendida en el dinero, por lo que todo desarrollo de capital simbólico puede llegar a visualizarse como una cosa fútil, innecesaria y representativa de ser un gasto o pérdida. Cuando se presenta a la institución como prestadora de un servicio, ya hay detrás toda una modalidad aplicada. El educador no proporciona libremente criterios e ideas, pues está enmarcado en  una relación comercial con su empleador. El estudiante ya no ejerce su derecho, sino que se imbuye en una aceptación de condiciones y normativas, por el hecho de adquirir un servicio pago. Por ejemplo, en los hoteles cada cliente tiene la razón, pero esta está dentro de los límites y normas que el lugar postula como requisito, para una estadía placentera y efectiva.  La sociedad, termina recibiendo una formación direccionada a producir y reproducir, tanto económica como ideológicamente unos lineamientos; a través de los cuales se configurará el sostenimiento de un orden hegemónico. A su vez con esta compra de derechos a estudiar (como servicio), se condiciona aún más la posibilidad de romper la diferencia de clase, pues aquel que no posea la cantidad suficiente de dinero, queda excluido, o rechazado. 

La educación pública, laica y ‘gratuita’, en términos ideales es inclusiva, no sesga el conocimiento para el favorecimiento de intereses particulares, es productora de conocimientos y formadora de ciudadanos. Es decir, la matriz esencial desde donde esta sociedad establece sus modos y lineamientos para funcionar. En la realidad existe una lucha en varios niveles, entre estos se haya la batalla interna que libran los sindicatos y centros de estudiantes, respecto a la infiltración de todos esos intereses hegemónicos, que se implementan mediante la dirección política, económica e intrasocial de la universidad. 

En suma, el valor de la educación pública, trasciende las ideas de aprender. Va más allá de cuatro paredes, una pizarra, cuadernos, profesor y estudiantes. Pasa desapercibida en las problemáticas sociales, pero se desconoce su importancia y necesidad. Desafortunadamente el individuo libre, creativo, deseoso, se corrompe y colectivamente se termina constituyendo una realidad acorde a los intereses de unos pocos. ¿Acaso todo esto no tiene consonancia alguna con el medio evo?

1 comentario:

  1. Guillermo,

    Mejor, más claro, me gusta mucho cómo trabajás este texto, tiene mucha potencia. Sólo el primer párrafo resulta aún un poco confuso.

    Me parecen muy interesante cómo rebatís ciertas ideas de sentido común sobre la educación, ya desde las clases venías compartiendo tu enojo y en esta consigna encontraste un espacio para expresarlo. Quizás eso haya llevado a que no abordaras el tema concreto de la toma, que es lo que se planteaba desde la consigna, sino que problematizaras esas cuestiones más macro que te venían preocupando y haciendo pensar.

    Los temas que desarrollás, no obstante, tienen mucho que ver con la toma y su contexto. Sería bueno que, siguiendo este desarrollo, que está muy bien, pudieras acercarte más a la situación concreta actual de la facultad para ver cómo se puede pensar a la educación pública/la educación en latinoamérica/la universidad bancaria (leíste a Paulo Freire?) desde esta coyuntura particular.

    Saludos,

    Emilia

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