De pequeño crecí viendo en las películas como les leían los padres a sus hijos o los abuelos a sus nietos. Imagen dulce, tierna, acogedora típica en las historias para chicos. Pasaron los años y esta fotografía no dejó de pertenecer al ámbito de la ficción, de mí ficción, pues nunca llegó a hacerse realidad.
Cuando tenía trece años, en el colegio se me pautó leer el “Ensayo sobre la ceguera” de José Saramago, ahí todo cambió. La oscuridad desapareció en lo visible, mi desprecio creado colectivamente en torno a la lectura cambió hacia una mirada fresca, expectante, maravillada. Allí, fue cuando por primera vez una historia en el papel me exprimió lágrimas, me condujo al miedo, me acorraló en la incertidumbre, me expuso en la desesperación y al padecimiento.
Todo de maravillas, ya dejaba de ver la biblioteca de casa como un cúmulo de papel, como ese arrume de objetos que poco o nada tenían para mi algún uso real, o significativo. Imaginaba entonces que otra historia, o más bien cual de los libros vendría a mis manos prontamente. Ya que la ceguera se había ido.
Particularmente todo quedó allí, la emoción, las ganas, el deseo, la necesidad. Los libros que empecé a leer fueron cayéndose de mis manos muy rápidamente. Uno tras otro. Desistí. Entré de nuevo en la dinámica académica del colegio de obligación y nada más.
Pasaron los años, Me recibo del colegio y entro a estudiar artes escénicas. Allí retorna como un viejo contrincante que quedó en la arena esperando mi regreso, la narrativa. Sí, pero esta vez se había metamorfoseado en textos dramáticos (obras de teatro) y venía por su segunda oportunidad conmigo. Arremetió con todo lo que pudo mandando a todos los legionarios, juntando fuerzas Shakespeare, Racine, Esquilo, Sófocles, Aristófanes, Becket, Chéjov entre otros, lograron hacerme aceptar leer.
Bienvenido, Guillermo! Muy interesante y pormenorizado el relato de tu experiencia con la lectura. Te recuerdo que también tendrías que publicar la presentación personal que se llevaron para escribir después de la primera clase.
ResponderEliminarNos vemos el martes,
Emilia
Hola Guillermo! Bueno, después de leer tu autobiografía como lector me parece que usaste muy bien el vocabulario, casi que no me parece sacado de un blog. Con esto me refiero a que tu escrito me pareció más digno de un libro, de una biografía llena de metáforas.
ResponderEliminarEntre el tuyo y el de Gabriela encontré eso en común, que a través de un elemento o una metáfora de un libro que nos atrapó podemos encontrarnos a nosotros ahí.
Guille, encuentro muy interesante el relato de tu experiencia como lector, ya que resulta inusual: tu acercamiento a la lectura fue a través de obras de teatro en lugar de novelas o poesía, como ocurre en la mayoría de los casos.
ResponderEliminarTu comentario sobre "Las voces del desierto" me pareció preciso y a la vez cautivante; transmite indudablemente el placer que te causó su lectura.
En cuanto a los aspectos semánticos, considero que hacés un uso adecuado de todas las reglas gramaticales y de puntuación permitiendo una lectura fluida.
Un beso grande Guille, muy bonito tu blog
Gabi