Radio Bazurto!


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lunes, 18 de octubre de 2010

¡volver o no volver, NO es el enigma!


Cada uno de nosotros ha ido y vuelto. Unos han dejado un amor, una casa, una prenda, un barrio, un amigo, un país. Nadie escapa a la ley de la vida, que dicta que “nada es para siempre” y mucho menos que nadie es eterno en el mundo (por suerte). Unos huyen pese a que no han hecho nada malo, otros corren para no hacerse cargo de las cosas, a otros los obligan a huir. 

¿Cómo poder describir lo que se vive cuando se tiene el coraje de agarrar sus ‘chécheres’ y partir dejándolo todo ‘sin mirar’ para atrás? Que difícil decirle a esa persona, no va más o cuán loco tomar ese avión, sin ser consciente de nada hasta oler el aire de ese ‘otro’ lugar a miles de kilómetros de distancia y entender ahí, que no hay retorno posible. Cuando se llega a ese nuevo estado, las posibilidades se abren en tu cabeza, el mundo parece fuera a ser tuyo y las cosas de allí parecieran estar a tu disposición por mandato alguno. Cada forma, sentido, manera, lógica, hace de esta nueva experiencia toda una aventura sin posibilidad de repetición (pues por fortuna la vida no se hace en serie). En ese lugar, el anonimato hace de sí, al sujeto, en un observador y experimentador frenético; cada cosa que afirma la no pertenencia, demuestra la posibilidad de ser, existir, de volver a nacer y morir.

Llegar es quitarse un peso de cosas que socialmente heredamos y ayudamos a completar en su expansión.  Solo que nos adentramos en un mundo que posee sus propias leyes y lógicas, que con el paso del tiempo vamos adoptando y luego sin darnos cuenta, aportamos a su construcción. Ese mundo social ‘nuevo’ se confrontará todo el tiempo con el que llevamos empacado en la valija. En ese proceso se produce la identificación del otro y el reconocimiento de uno mismo, apreciando las cosas bonitas y las no tan bellas que hay dentro de sí.

El regreso como sombra fiel, persigue: no abandona nunca al viajero; entonces volver implica llegar a un lugar que ya no es igual, pero que en esencia, –el alma– de ese sitio y su gente, va a ser por lo general la misma. El que regresa no llega a celebrar, sino a expresar y defender lo aprendido, aquello de lo que se ha tomado conciencia y que en su opinión podría corregirse como sociedad. En vez de haber sido escuchado, se le rechaza, sucumbiendo en el odio colectivo, por expresar ideas distintas a las conocidas.  De esta manera, las ventanas que fueron abiertas de modo singular en un lugar otro, son consideradas una amenaza a la estabilidad del sistema cultural, de las costumbres, de la identidad que nos hace ser ‘conocidos’. La exclusión marca la pauta, la mala mirada como herramienta y la ignorancia el alma de la situación.

Ahora ese sujeto, es visto como ajeno, extranjero, un cerebrito lavado, una conciencia vendida; pero la mirada o conciencia de él o ella, no pudieron oírse con humildad, con madurez, y pese a no traer la solución a todos los conflictos: algo había aprendido y no sobraba haberlo escuchado. Al final, un retorno al lugar del primer exilio. Volver, no significa necesariamente volver al origen, volver al primer amor, al lugar que nos vio nacer.  ¿Volver puede ser llegar a un lugar que no conocemos y nunca visitado, concretamente sería: volver a empezar? “ser o no ser, esa es la cuestión ¿Qué es más elevado para el espíritu: sufrir los golpes y dardos de la insultante Fortuna, o tomar las armas contra un piélago de calamidades y, haciéndoles frente, acabar con ellas?”… “con la aflicción y el millar de conflictos naturales que ha heredado la carne… esto es una consumación con devoción deseable. Morir, dormir, quizá soñar; ¡ay! He aquí el enigma…”

¡Un mundo mejor!


Vivimos en un mundo mejor. Ahora no hace falta avocarnos en las tinieblas de la incertidumbre por el saber. La información nos está siendo suministrada de modo correcto y por ello no hace falta tener el más mínimo miedo o duda acerca de la vida o el mundo. 

 Los medios de comunicación, por medio de sus contenidos, ya sean telenovelas, seriados, películas o noticieros, el mundo ha ido encogiéndose no solo en tamaño sino en misterios. Ahora todo está felizmente resuelto, y las únicas dudas que nos llegan son acerca de las elecciones que día a día debemos tomar: colectivo o taxi, canal ‘z’ o ‘x’, bebida ‘u’ o ‘j’. Por suerte el progreso y desarrollo tecnológico han permitido una existencia más feliz y segura. No hace falta leer entre líneas las obras de teatro, cine, o literatura, pues quien mejor que el dios televisión y sus servidores para que en un abrir y cerrar de ojos, se nos informe acerca de las temáticas, problemáticas y mensajes que las diversas obras plantean. 

Las películas tratan fácilmente las problemáticas del hombre moderno: un hombre que salva a la humanidad, un arma atómica que determina la libertad de unos pueblos, un dinero que construye el reino de la seguridad y alegría. ¿Para qué sumergirnos en exploraciones sin sentido?, en dudas inquietantes?, en espacios en blanco?
El asombro y la reflexión, deben evitarse a toda costa, con el fin de cerrar el espacio al miedo, al error, la incertidumbre, la duda, la necesidad, la variedad. Es justo y necesario después de tantos siglos de lucha, descansar y ser felices.

“El hombre moderno deja al arte de lado, por un caramelo; prefiere saber y no entender. Siglos de arte aplastados por la cultura masiva.”

la última coca


En el ensayo de Adorno y Horkheimer, se plantea como tema el que los medios de comunicación aíslan. ¿Por qué?, ¿acaso los medios masivos no nos unen, acercan informándonos? Parece que para ellos dos, NO. Escrito durante la segunda guerra mundial, la dialéctica del iluminismo expone en suma la problemática del hombre postmoderno. Un mundo atiborrado de homogeneidad, con una necesidad voraz por diferenciarse, con la ayuda de subhomogeneidades distintas entre sí. Así la cultura de masa de la mano del desarrollo tecnológico, han hecho sucumbir al sujeto en una ‘montaña rusa’ de la que no puede escapar y ni si quiera la posibilidad de plantear una alternativa diferente.

En esa somnolencia, el sujeto juega el juego que se le ha impuesto. Como fin último de esta existencia, el comprar cosas ha sido ‘la última coca-cola del desierto’… y la ‘reclame’ un perfecto reloj hipnotizador. Allí la tecnología y sus productos han planteado las reglas poniendo los fines y los hombres el cuerpo, el tiempo, el alma.  Una gran masa loca, vive sus últimos días frente a un aparato eléctrico, mientras la vida misma se desperdicia puertas afuera; “por suerte los medios masivos logran rescatar lo más importante del mundo entero, para servírnoslo en la tele, en la comodidad de nuestro hogar”. Así cada uno está en su casa, mirando lo que le toca ver, del modo en que le es obligado y en las cantidades que otros han decidido previamente. Pero nadie sabe quién es el sujeto que vive frente a su propia casa, o cómo se siente estar en medio de un rio caudaloso, o bailar bajo la lluvia cantando desenfrenadamente una canción liberadora; entre las otras miles de millones de cosas que pasan en la vida real.

Todos ven lo mismo, pero no saben nada de nadie, pues cada sillón o cama, permite posar por horas a cada uno de nosotros sin queja alguna. Mientras por internet a través de Messenger, blackberry y todos estos bienes inútiles, se nos vende la idea de estar al día con el mundo, de vivir comunicados entre sí con todos, a toda hora y desde cualquier lugar del mundo. Todos felices sin poder tocarnos, olernos, sentirnos.  Solo sabemos lo que nos es dicho, haciéndonos hablar de lo que allí (los medios masivos) nos es dicho que es permitido discutir, cuestionar, pensar o soñar.

Así: asilamiento por comunicación.

lunes, 11 de octubre de 2010

ensayando (gerundio mi dolor de cabeza)


Ensayo, ¿…? Espacio construido a través del tiempo, donde los sujetos se han permitido el debate, la indagación, la increpación, la duda, el desarrollo de ideas o pensamientos, entre otros. Género a través del cual muchos han explorado el deseo de escribir, pues desde sus adentros las inquietudes y los desvelos, configuran en una necesidad: expresar, cuestionar, plantear ‘algo’ a los demás.

Entra a colisionar con argumentos, a las diversas posiciones ideológicas, problemáticas, o situaciones en las que una sociedad o comunidad viven; las cuales, el autor no comparte. Para ello despliega una serie de estrategias retóricas, de las cuales se vale para intentar rebatir a aquello con lo que no está de acuerdo, para posteriormente aspirar a convencer a su lector o auditorio.

Este (el enunciatario) postula una idea o proposición, de la que se basará para ir construyendo todo un discurso a favor o en contra. Las diversas postulaciones pueden variar en cualquier rango, nivel o grado; de ser  lo más conservador a lo más liberal; de lo sagrado a lo profano; a su vez determinando en suma, el estilo en que será escrito. Este tendrá que atenerse a los diversos marcos o contextos, en los que el ensayo será socializado. Dependiendo así, de su estilo, auditorio, argumentos y contextos, logrará un mayor o menor grado de adhesión.

Cuestión importante, es entender lo provechoso que resulta el uso de este. Pues las voces y miradas propias (del autor) se ponen en juego y se dan la oportunidad de ser compartidas, dándoles así la posibilidad de la socialización. Pero que mejor, que tener la posibilidad de discutir las problemáticas de la condición humana y/o esta en sociedad.

Se puede pensar que sujetos autoritarios se han valido del ensayo para convencer a unos de sus maquiavélicos planes. Aún así, de manera idealista se puede pensar al ensayo como espacio para la construcción, para permitir la apertura de ‘puertas’ o miradas; inclusive si se defienden causas con las que no se esté de acuerdo, pero que sean de vital importancia para el bien colectivo, el ensayo juega un papel importante a nivel social y cultural.

lunes, 4 de octubre de 2010

'la educación felíz, tranquila y serena' (REESCRITURA)

“a uno lo único que le queda al final en esta vida, es la educación.”

“Soy un hombre prejuicioso, por ello me podrán odiar, pero lo que digo acude a voces que vienen de mi y de otros como yo; todas atraviesan mi cuerpo y tengo la tarea de hacerlas sonar”



Cuando esta tierra aún pertenecía al reino español, no se consideraba la idea de la institucionalidad, sino de un centro de producción y explotación para su posterior transporte a Europa y el mundo. Conforme pasaron los años, los hijos de esclavistas, los del ejército real, y los de los propios esclavos, fueron aumentando el nivel poblacional y con ello el tamaño de las ciudades, sus consecuentes problemas y necesidades. Entre estas estuvo el instruirse, pasó así Europa a ser la imagen más alta para ir a ‘importar’ conocimiento y saberes. Con ello la necesidad de reproducirla, así fuere a unos pocos.

Este pequeño detalle de ‘para unos pocos’ sobrevivió, porque como dice alguna madre: ‘la historia nunca cambia, o las historias siempre se repiten’: Oxford (1096 d.c.), Cambridge (1208 d.c.), Yale (1701 d.c.), Stanford  (1891 d.c.),  el número de sus estudiantes no superan en algunos casos los 20.000 y otros los 25.000 estudiantes, sumando pregrado, postgrado y demás; caso excepcional y grandioso el de Yale puesto que no supera los 5.500 (toda una genialidad, ¡un aplauso por favor!). Latinoamérica, máquina copiadora por excelencia; de la mano de dios, no precisamente del 10, replicó el sistema del monasterio o catedral medieval, en donde los libros eran inamovibles y sus asiduos clientes estrictamente selectos, todo un sistema de acceso bajo la directriz de los intereses del dogma.

Pero no todo es desgracia; pues la benevolencia del destino regó sus migas a los más desposeídos. La  universidad pública en América entraría como reina y terminaría varios siglos después como el primo pobre, tuerto y maldito. En sus inicios, una promesa de futuras glorias, luego en el futuro (es decir en la actualidad) ser el esclavo viejo sin jubilación: todos la usaron, sacaron sus mejores frutos para luego la tacharla de un cáncer social, olvidando así, su noble corazón.

Ahora que las u privadas ofrecen hasta wi-fi, televisión las 24hr, servicio de manicuristas, zonas húmedas y con la posibilidad (no todas) de tener bibliotecas; la universidad pública en cambio aboga todavía por constituir ciudadanos, cultivando el pensamiento crítico, direccionado a una emancipación de la libertad, democracia y dignidad humanas. Intenta preservar su ser ‘oficial’, pese a que sus lineamientos son acérrimos jinetes opositores de cualquier oficialismo inequitativo y vende patrias. En una guerra sin cuartel, los capitales intentan poseer su aura, su historia, en suma: el alma; todo esto para conquistar un mercado, en el que el estudiante pasa a ser cliente, el maestro a ser empleado y los libros de ser puertas, caminos, cuestionamientos e hipótesis, a casilleros esterilizadamente direccionados y con fórmulas de muy fácil destino.

Los estados y grupos hegemónicos ejecutan la fórmula de mejor solución: ‘un pueblo que fácilmente se contenta, es aquel que no conoce las letras, puesto que si las conociere y manejare: devendría en la toma del poder y se produciría un cambio de rumbo, autónoma y colectivamente hablando’. Para ello, nada más y nada menos que mover el dedito del presupuesto; contonear las caderas del detrimento patrimonial y sucumbir ante los deseos prohibidos, pero tentadores, del sostenimiento de un mundo fácilmente controlado y ficcional. El resultado, la educación como una ‘estampita medieval del conocimiento’. Pedirán así los futuros estudiantes públicos por un mundo más feliz, tranquilo y sereno. Será así, la conquista de los grupos hegemónicos sobre los educados: una sublime joya de la corona. 

Es mucho más llamativa la concepción de la sociedad productiva. Esta productividad  proveniente de la racionalidad liberal, está concretamente entendida en el dinero, por lo que todo desarrollo de capital simbólico puede llegar a visualizarse como una cosa fútil, innecesaria y representativa de ser un gasto o pérdida. Cuando se presenta a la institución como prestadora de un servicio, ya hay detrás toda una modalidad aplicada. El educador no proporciona libremente criterios e ideas, pues está enmarcado en  una relación comercial con su empleador. El estudiante ya no ejerce su derecho, sino que se imbuye en una aceptación de condiciones y normativas, por el hecho de adquirir un servicio pago. Por ejemplo, en los hoteles cada cliente tiene la razón, pero esta está dentro de los límites y normas que el lugar postula como requisito, para una estadía placentera y efectiva.  La sociedad, termina recibiendo una formación direccionada a producir y reproducir, tanto económica como ideológicamente unos lineamientos; a través de los cuales se configurará el sostenimiento de un orden hegemónico. A su vez con esta compra de derechos a estudiar (como servicio), se condiciona aún más la posibilidad de romper la diferencia de clase, pues aquel que no posea la cantidad suficiente de dinero, queda excluido, o rechazado. 

La educación pública, laica y ‘gratuita’, en términos ideales es inclusiva, no sesga el conocimiento para el favorecimiento de intereses particulares, es productora de conocimientos y formadora de ciudadanos. Es decir, la matriz esencial desde donde esta sociedad establece sus modos y lineamientos para funcionar. En la realidad existe una lucha en varios niveles, entre estos se haya la batalla interna que libran los sindicatos y centros de estudiantes, respecto a la infiltración de todos esos intereses hegemónicos, que se implementan mediante la dirección política, económica e intrasocial de la universidad. 

En suma, el valor de la educación pública, trasciende las ideas de aprender. Va más allá de cuatro paredes, una pizarra, cuadernos, profesor y estudiantes. Pasa desapercibida en las problemáticas sociales, pero se desconoce su importancia y necesidad. Desafortunadamente el individuo libre, creativo, deseoso, se corrompe y colectivamente se termina constituyendo una realidad acorde a los intereses de unos pocos. ¿Acaso todo esto no tiene consonancia alguna con el medio evo?