Cuando apenas este criaturo posaba en el vientre de su madre, llegados a los tres primeros meses de gestación los médicos le expusieron a la paciente (mi madre): el bebé o usted. Justo en ese momento tuvo un flashback de un par de años atrás, cuando vivenció un aborto natural de mellizos. Ahora la historia parecía repetirse con un ingrediente más, su propia vida se ponía en juego y sobre todo la nueva oportunidad de ser padres por segunda vez.
Ella y él (mi padre) apostaron a una sola cosa: ¡la madre y el hijo juntos!, con todo lo que ello implicaría. Por tal motivo, tendría que estar recostada hasta el día del alumbramiento con total quietud mientras vivía a su vez el embarazo. Por lo general en esta etapa las mujeres viven diversas situaciones, entre las que se cuentan los miedos acerca del desarrollo físico y mental que tendrá el futuro neonato. Dada la situación de inmovilidad no solo tenía un repertorio ‘natural’ de miedos sino que debía sumarle una especie de ‘Bonus track’ en el que su vida y la de ‘el niño’ estaban puestas en juego.
En 1985 logran llevar a buen puerto la apuesta y esta vez la muerte había perdido dos a cero. Mediados de los ochenta, una década crucial, ya que marcaría el camino que tendría que recorrer Colombia en las décadas siguientes. Digo crucial por ser elegante, pero realmente fue una década brutalmente violenta, siendo el primer tramo de un largo camino que se repetiría sin cesar hasta el día de hoy. Actos como la toma del palacio de justicia por el M19 o la masacre de Tacueyó perpetrada con armas cortopunsantes, armas cortas y largas por un ala disidente de las FARC que ‘se llevó’ a 164 sujetos, ambos episodios en 1985, y el asesinato del candidato presidencial Luis Carlos Galán Sarmiento por el cartel de Medellín, el derribamiento del vuelo 203 de Avianca suprimiendo a 110 de un tajo, el carro bomba al DAS dejando como saldo 104 muertos y 600 heridos, los tres actos en 1989.
Mientras yo solo sabía cuántos años tenía abriendo los dedos de mi mano derecha, noche tras noche los noticieros daban cuenta de los innumerables decesos, atentados, secuestros, heridos y sus familiares velando los cuerpos, en suma un mundo que parecía se caía a pedazos. Pasaron los años y las cifras fueron engordando jugosamente, pues en los noventa la cosa se puso mejor y nuevos episodios dieron de que hablar. Casos como el asesinato del candidato presidencial Carlos Pizarro, ex guerrillero del M19 ejecutado por los paramilitares (AUC) en 1990, la toma de la base militar de ‘las delicias’ por las FARC de la mano de 600 hombres en 1996 (31 muertos,
17 heridos y 60 secuestrados), la toma de la base militar en el cerro de Patascoy por las FARC con 300 hombres en 1997, y la toma de la población de Mitú donde se enfrentaron 120 policías contra 1900 de las FARC en 1998* (40-60 muertos, 38 heridos, 61 secuestrados y 10 civiles muertos) entre estos secuestrados dos aún pertenecen en poder de las FARC, cumpliendo 12 años en cautiverio.
17 heridos y 60 secuestrados), la toma de la base militar en el cerro de Patascoy por las FARC con 300 hombres en 1997, y la toma de la población de Mitú donde se enfrentaron 120 policías contra 1900 de las FARC en 1998* (40-60 muertos, 38 heridos, 61 secuestrados y 10 civiles muertos) entre estos secuestrados dos aún pertenecen en poder de las FARC, cumpliendo 12 años en cautiverio.
Eran finales de los noventa y este pechito tenía quince años, el mundo se debatía si se iba a terminar por un tal ‘Y2K’ de las computadoras y los países estaban como locos por ver cómo celebraba cada uno el nuevo milenio. Sin embargo una década después las cosas no habían mejorado, pero hasta que un suceso concreto: el fallecimiento de mi abuela paterna, me hizo pensar en la muerte como algo verdadero, posible y real. La televisión funcionó para mi hasta ese momento como un artilugio dedicado enteramente a la ficción, pues de entre los noticieros (y “sus realidades”) pasaban a la novela del momento o alguna película, sin el menor reparo. Solo hasta que directamente tuve que acercarme al ataúd, mi visión de la muerte cambiaría notoriamente, pues no es lo mismo saber que está Marte en el espacio, que pisarlo.
Empezaba un nuevo milenio y una serie de incógnitas venían poco a poco a buscarme. Preguntas que dadas las circunstancias de mi país debía, pese a que no todos lo hacen, construir e intentar resolver. Empecé a mirar noticias como algo necesario para estar informado, para poder construir una imagen del mundo que habitaba y así tomar postura, de acuerdo a un criterio –se supone debía poder construir-. Concebir entonces que había “buenos” y “malos”, balas y caídos, motosierras y sangre construyendo otro país lejos de la ciudad. Todo lo miraba desde mi casa a la hora de la noche, cenando. Allí y sin darme cuenta pasando bocado tras bocado, las historias, sucesos y personajes pasaban día tras día sin cesar por mis ojos, hasta que de tanto que ví me generó la necesidad de entender lo suficiente para establecer alguna opinión sobre alguna vía de escape a este tuti frutti; así una necesidad imperiosa de justicia habitó a este bípedo.
Pensar en un gobierno corrupto, una sociedad anestesiada y prostituyéndose bajo las leyes del mercado, un país millonario y un pueblo pobre, una clase aristócrata recalcitrantemente rica y unos pobres fetichizadamente pobres, una ilegalidad reinante y una institucionalidad prepaga. THIS IS COLOMBIA. Durante los primeros años del milenio diversos hechos hicieron aparición pública como: la masacre de “el salado” que con motosierras, armas ligeras, piedras y palos hubo 100 asesinatos por parte de las AUC en el 2000, otra como el enfrentamiento entre las FARC y las AUC con una pipeta de gas (cilindro -garrafas de gas) estalló la iglesia (único lugar de ladrillo) del pueblo donde sus habitantes se protegían de las balas, dejando 119 muertos en el año 2002. Cada suceso ha ido ametrallando la sensibilidad, dejándola en un estado de dureza crónico.
Nací, me crié y viví toda mi vida escuchando unísonamente el discurso de la sangre y el dolor, pero más significativo ha sido intentar reconstruir el por qué de la actualidad colombiana. Esto ha ido generando una conciencia por sobre la guerra nacional (que unos idiotas pretenden llamar conflicto armado), y lo que hace que subsista tras décadas de existencia.
Con el paso de los años luego de mi partida del país y habiendo estudiado artes escénicas, fui resensibilizándome. En todo este proceso de redescubrimiento, varias cosas han pasado, entre las que se cuentan que la identificación del dolor en uno mismo dependerá de diversos factores. Esto sugiere una situación a analizar y es que hay ciertas muertes que no tocan en lo más mínimo, no solo por su “lejanía” sino también por el contexto (en el que cuento a sus ejecutores) y el modo. Evidentemente no estoy a favor de la muerte de nadie, ni ‘me dan igual’, pero no todas pueden llegar a llamar mi atención verdaderamente. Muertes por choque de autos, atracos, violencia familiar, protestas sindicales, entre otros; me refiero concretamente primero a esos donde el nivel de degradación no es lo suficientemente extremo como para considerarlo ‘terrible’ y segundo a la relación de vulnerabilidad social que viviese la víctima (entre menos vulnerable socialmente, menos terrible) y tercero la cantidad. El que lea esto discernirá que soy una especie de ladrillo, otro dirá que es mi sentencia social como SER HUMANO, y hasta que la extrema derecha nace, crece y se reproduce en mí, pero yo creo que hace parte del reconocimiento de un proceso de desintoxicación el reconocer que llevas y quién eres dentro de ti. Luego de escuchar por noticias los diversos métodos para la liquidación de vidas, de manera sistemática y repetida durante toda tu existencia, hay algo que inequívocamente está súper naturalizado. Casos y cifras: el uso de hornos para la desaparición de los cuerpos y así evitar que la comunidad internacional conozca sobre el incremento de las cifras, también saber que hay 103.000 víctimas confesas por un solo actor de la guerra (las AUC) pero que sean 294.479 víctimas registradas durante la guerra, que los secuestros entre 1996 y 2010 por las AUC fueron de 24.400 personas, que los sindicalistas asesinados en los últimos dos decenios hasta 2007 fueron casi de 3000 a manos de las AUC, y que el número total de desplazados por la violencia es de 3.163.889 siendo el primero en la lista entre todos los países y el 7% de la población total de Colombia. Vale la pena recordar que las AUC no son los únicos grupos armados sino también el ELN, EPL, FARC, EJÉRCITO NACIONAL, BACRIM y la DELICUENCIA COMÚN.
Las víctimas son más llamativas si tienen menos posibilidades de defensa (con base en un nivel educativo, económico y cultural), es decir sean más vulnerables socialmente o muy importantes y reconocidas, también serán aquellas en las que el modo de asesinato sea más cruento, igualmente si el número es mayor, pero sobre todo será de gran recordación si suman estos tres elementos en uno solo. Caso concreto: las fosas comunes.
Quiero recalcar que no estoy a favor de la guerra, sino a favor de la vida. Que esto hace parte de lo que he vivido como ciudadano, lo cual funciona como testimonio que recoge deducciones y conjeturas de las que no estoy ni nadie puede estar orgulloso. Pero acaso ¿cuánto vale la vida hoy día en términos prácticos? Una bala puede costar desde 25 centavos a 1 dólar mientras los intereses que defiende son exorbitantemente abultados y delirantes. En términos ideales o simbólicos la vida no tiene precio, pero acaso ¿podemos desconocer que históricamente hemos dejado que los niños y niñas del mundo satisfagan las necesidades laborales y sexuales? ¿Cuántos muertos dejaron las dos guerras mundiales? ¿Con cuántos millones sembraron para la fundación de América? ¿Las guerras religiosas? ¿Sabe usted lo que vivieron los africanos y la cantidad que fueron convertidos es esclavos del hombre europeo?
Hola! es una privera versión. Espero sea tomada por el buen sentido (lo digo por mí)... Recibiré anotaciones y comentarios.
ResponderEliminarSaludos!
Guille! Como hablamos hoy en el subte, la verdad es que en materia "ensayo" soy malísima, y no puedo decirte si está bien o está mal... Pero la verdad lo que escribiste me gustó mucho!
ResponderEliminarCreo que no estás peleando contra vos, si me permitís mi humilde opinión, creo que lo que te enoja un poco es haber tenido que naturalizar la muerte. Creo que esa es tu batalla.
Te mando un beso!
Huyy anita muchas gracias!!!! me das una luz en el camino! releeré desde allí! Besos
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
ResponderEliminarHola Guillermo,
ResponderEliminarQué interesante el tema que traés, confieso que esperaba verte escribiendo sobre tu país y me alegra comprobar que no me equivoqué.
Da mucho para pensar esto de la naturalización de la muerte. En algún lugar lei que cuando se empieza a hablar de muertes con números grandes (creo que de 100 en adelante), la mente humana es incapaz de comprender el significado de estas cifras. Si ir más lejos, volviendo del subte, al día siguiente del fallecimiento de Kirchner, veía sobre el hombro de mi vecino de asiento las hojas y hojas dedicadas a este personaje en La Nación. En un recuadro chiquitito, en el interior del diario, se comentaba la muerte de 500 personas en Indonesia a partir de un desastre natural. La noticia pasaba desapercibida, como la desaparición de estos 500 anónimos.
Tu texto me recuerda un poco al de Negroni, por los elementos autobiográficos, por hablar de tu patria. Quizás un elemento a pensar es que recién desde la segunda mitad del texto empezamos a entender hacia dónde va el texto. Es un efecto buscado? Alguna cita al principio, alguna frase, podría adelantar el eje.
Saludos!
Emilia
Uuu!!! bien lo hice con el lineamiento de negroni! pero se viene una mezcla con swift! vamos a ver cmo queda!
ResponderEliminarjajaja esta largoooooo, bueno ya veremos como resolvemos eso! jajaja
Muchas gracias! saludos!